Coincidiendo con el encendido de las luces y el inicio de las rebajas navideñas del ‘Viernes Negro’, un grupo de unas cuarenta personas vestidas completamente de negro se concentraron en Madrid en la Plaza de Callao para condenar el uso de cualquier tipo de indumentaria elaborada con piel animal. Un acontecimiento global que unió a casi un centenar de localizaciones en el ‘Viernes Mundial Libre de Pieles’ con protestas similares por la reivindicación de los derechos de los animales.
Aunque muchos comercios ofrecieran descuentos desde hace días, la tradición estadounidense del ‘Viernes Negro’ invadió los escaparates de las grandes superficies del centro madrileño con coloridos carteles de ofertas limitadas. A las seis de la tarde los alrededores de la Plaza de Callao se inundaron de compradores y también de curiosos que querían ser los primeros testigos del alumbrado navideño en la zona más turística de la capital. Bajo la iluminación de los ledes todo parecía estar en movimiento. Sin embargo, al margen del ajetreo, una pausa: casi cuarenta personas vestidas con colores oscuros y con las manos manchadas de pintura roja permanecían inmóviles. No había gritos, su silencio solo era roto por las imágenes y rótulos de sus pancartas. “Todos somos animales. Justicia respeto y liberación animal”, “Mi piel es mi piel, no tu abrigo” y “Piel es muerte, es injusticia”, fueron algunos de sus lemas.
La cita estaba organizada a nivel mundial por la Coalición Internacional Anti Pieles (IAFC) con sede en Israel; en Madrid, su representación tenía un carácter individual forjado a través de las redes sociales. Patricia Cervantes, activista y vegana desde hace doce años, fue la responsable de unir a aquellas personas que se manifestaban desde la calma. A diferencia de otras reivindicaciones, no hubo desnudos ni puestas en escena dramáticas, tan solo querían abrir una puerta para esa "gente que se da cuenta de que los animales son seres que sienten como cualquiera”. Un mensaje de particulares hacia particulares, sin nombres de asociaciones que no pueden hacer frente a las cifras que ofrece el mercado. Según la Federación Internacional del Comercio de Pieles (IFTF) en la última década la facturación de la industria peletera aumentó un 44 por ciento. El año pasado las ventas alcanzaron los 15,6 mil millones de dólares.
Cervantes admite que ellos no son “la llave para un cambio drástico en la elección de las personas a la hora de comprar su vestimenta” e incide en que “solo los proclives a la idea que promovemos se darán cuenta de que es sencillamente injusto el daño que se le hace a los animales indefensos. Al igual que el humano, los animales son receptores de factores que les hacen ser entes frágiles”. Pero a diferencia del escenario donde Cervantes se manifiesta, el de la industria peletera tiene un poderoso altavoz: la moda. En la última temporada de otoño siete de cada diez diseñadores se sirvieron de pieles. Para Mark Oaten, director ejecutivo de la IFTF, este affaire tiene futuro: "Queremos desafiar preconcepciones acerca de lo que es la piel
y cómo se puede utilizar. Ya no solo la visten las mujeres, también los hombres
y cada vez se usa más en el mundo del interiorismo". Su federación también busca atraer al público indeciso con la etiqueta OA (Origen Asegurado), que garantiza la regulación de las condiciones de cría en las granjas.
Sin embargo, posteriormente a su creación, la ‘Red Noruega de Protección Animal para la Libertad Animal’ demostró las malas condiciones en las que vivían los visones y zorros de 24 granjas de Noruega, uno de los principales países europeos exportadores de piel. Cada vez son más los activistas que denuncian escándalos de maltrato animal. El foco se ha trasladado a Asia, que ha desbancado a Europa del primer puesto como consumidor de pieles. Además, no solo compra, también exporta. Por detrás de Dinamarca, China ocupa el siguiente puesto en la producción de piel de visón. La ausencia de una legislación de protección animal posibilita el descontrol de todo el proceso. La IAFC ha denunciado casos en los que ropa importada del coloso asiático era elaborada con pieles de perro, conejo o gato, y vendida como sintética. Esta desregulación no ayuda a impedir la caza furtiva, responsable según cree la coalición, de un 15 por ciento de las pieles que se venden. De lo que sí hay cifras es de los casi 50 millones de animales que se matan cada año en granjas de todo el mundo.
La globalización hace difícil saber con exactitud la procedencia de estos productos, pero también conecta a personas con intereses comunes y que se encuentran a cientos de miles de kilómetros. En 89 localidades repartidas entre los cinco continentes se han reunido miles de ciudadanos en este movimiento que clama por la liberación animal. Mientras en la Plaza de Callao Patricia Cervantes y sus compañeros intentaban sensibilizar a todo aquel que se acercaba a ver cómo relucían las luces del gigante árbol de navidad instalado, en las calles colindantes, complementos hechos con piel que apenas llegan a los cien euros se convertían en un atractivo regalo navideño que hacían detenerse ante los escaparates de las peleterías a decenas de viandantes a lo largo de este viernes de apellidos tan diferentes.
Sin embargo, posteriormente a su creación, la ‘Red Noruega de Protección Animal para la Libertad Animal’ demostró las malas condiciones en las que vivían los visones y zorros de 24 granjas de Noruega, uno de los principales países europeos exportadores de piel. Cada vez son más los activistas que denuncian escándalos de maltrato animal. El foco se ha trasladado a Asia, que ha desbancado a Europa del primer puesto como consumidor de pieles. Además, no solo compra, también exporta. Por detrás de Dinamarca, China ocupa el siguiente puesto en la producción de piel de visón. La ausencia de una legislación de protección animal posibilita el descontrol de todo el proceso. La IAFC ha denunciado casos en los que ropa importada del coloso asiático era elaborada con pieles de perro, conejo o gato, y vendida como sintética. Esta desregulación no ayuda a impedir la caza furtiva, responsable según cree la coalición, de un 15 por ciento de las pieles que se venden. De lo que sí hay cifras es de los casi 50 millones de animales que se matan cada año en granjas de todo el mundo.
La globalización hace difícil saber con exactitud la procedencia de estos productos, pero también conecta a personas con intereses comunes y que se encuentran a cientos de miles de kilómetros. En 89 localidades repartidas entre los cinco continentes se han reunido miles de ciudadanos en este movimiento que clama por la liberación animal. Mientras en la Plaza de Callao Patricia Cervantes y sus compañeros intentaban sensibilizar a todo aquel que se acercaba a ver cómo relucían las luces del gigante árbol de navidad instalado, en las calles colindantes, complementos hechos con piel que apenas llegan a los cien euros se convertían en un atractivo regalo navideño que hacían detenerse ante los escaparates de las peleterías a decenas de viandantes a lo largo de este viernes de apellidos tan diferentes.